Damnificados, personas aisladas, viviendas con daños e, incluso, víctimas fatales han demostrado el impacto de nuestras emergencias. De cara a nuevos frentes climáticos y otros episodios inevitables como terremotos, incendios forestales y sequías, ¿por qué sentimos que la historia se repite?
Según Daniela Ejsmentewicz, directora del Programa de Reducción de Riesgos y Desastres (CITRID) de la Universidad de Chile resulta preocupante la falta de un proceso institucional que dé cuenta de las lecciones aprendidas. Todo indica que las alertas preventivas que provienen de los organismos técnicos, no generan una reacción apropiada en el resto de las instituciones. “Es necesario implementar procesos que permitan reaccionar ante este tipo de informaciones de manera más integral y preventiva”, apunta la directora de CITRID.
El verano de 2017, sin duda, será inolvidable para las miles de familias afectadas por el mega incendio que golpeó a la zona centro-sur del país. Incluso, organismos como la Conaf llegaron a referirse a la emergencia como la “tormenta de fuego”. Sin embargo, la época estival 2022/2023 nos recibió con la segunda temporada más destructiva de incendios de este tipo, provocando una tremenda preocupación en las autoridades y, principalmente, en la población de regiones como el Maule, Ñuble y Biobío.
El secreto de la prevención: educar
¿Qué es el antropoceno? Según la Unesco, el término refiere a “las repercusiones que tienen en el clima y la biodiversidad, tanto la rápida acumulación de gases de efecto invernadero, como los daños irreversibles ocasionados por el consumo excesivo de recursos naturales”.
Por ende, el antropoceno se ajusta a la realidad que la humanidad vive en el Siglo XXI. Sociedades que ven las consecuencias del agotamiento de sus condiciones para la supervivencia, un momento de la existencia que, según el investigador Martin Hauberg-Lund, investigador “condensa la explosión demográfica y la aceleración”, dejando como consecuencia el consumo exponencial de recursos.
En este contexto, Daniela Ejsmentewicz precisa que el mejor método para adquirir una conciencia respecto al entorno que describen autores como el mencionado, debe ser la educación de la población respecto a desastres de origen natural, entre otras acciones estratégicas. “La apropiada alerta, el ordenamiento territorial consciente hasta la contratación de seguros que permitan la transferencia de riesgos son vitales para instalar en la población una actitud preventiva», afirma la académica de la Universidad de Chile.
Prevención y Nueva Constitución
En opinión de los especialistas del CITRID, los desastres de origen natural deben ser considerados en los capítulos de la nueva Carta Magna, estableciendo mecanismos que representen un derecho. “Si la Constitución reconoce como derechos fundamentales la protección a la vida, a la propiedad, la necesidad de actuar de forma sustentable protegiendo el medio ambiente, los animales y los medios de vida de la población, existe entonces también la obligación de gestionar el riesgo de desastres para reducir dicho riesgo”, señala la especialista del CITRID.
Todo indica que la gestión del riesgo de desastres es una estrategia que permite proteger los derechos establecidos en la Constitución. “Es muy importante entender que la gestión de riesgo no se trata solo de responder ante emergencias, sino de proteger los derechos que se establecen en la Constitución en la mayor medida posible”, concluye Daniela Ejsmentewicz.